Alquien debe de haber sido el primero en descubrir que moliendo el grano de trigo podía hacerse harina y que, con ella, podía amasarse pan. Con el tiempo, los pueblos del mundo se acostumbraron a ver el trigo crecer y a alimentarse del pan hecho con esa harina. Y hasta hubo pueblos enteros que, creciendo cerca d las plantaciones, se especializaron en hacer pan y se volvieron fabricantes y vendedores de pan a otros pueblos.
Una antiquísima parábola cuenta que, un día, una plaga atacó las espigas de trigo que crecían junto a uno de esos pueblos panaderos, y la cosecha se perdió. De toda la plantación de trigo, no quedó nada más que algunas malas hierbas inútiles que solo servían para alimentar a cuervos e insectos. Por mucho que hicieron, en esa tierra el trigo ya no germinaba.
Pasó el tiempo, y alguien descubró que, en ese campo en el que ya no crecía el trigo, se podía plantar cebada.
Cuando esta creció, mucha gente se acercó a ver las plantas y exclamaron:
- ¡Esto no es trigo, ni se le parece!...
Y era verdad.
Pero hub algunos que, explorando, descubrieron que con esa cebada también se podría hacer pan. La mayoría los acusaba de estafadores.
- ¡Esto no es trigo, así es que esta hogaza no es de pan! - gritaba -. Ni el color es parecido... ¡Y el sabor es espantoso!...
Mucha gente estaba sin trabajo. Rezaban a sus dioses por un poco de trigo para hacer pan. Mandaban delegaciones a sus dirigentes para que los emisarios salieran a pedir algo de trigo para poder hacer pan.
Los hornos cerraron porque decían que sin trigo no se podía hacer pan.
Mucha gente murió de hambre, porque no consiguió quien le diera un mendrugo de pan.Y de poco sirvieron las voces que alertaron que el pan de cebada no era igual al pan hecho con harina de trigo, pero que también era pan.
En demasiadas situaciones, nos comportamos como aquel pueblo de panaderos. Nos quedamos prisioneros de nuestros prejuicios. No está mal que nos hayamos habituado al blanco pan de siempre. No es de extrañar que nos guste más trabajar con la fina harina hecha de la molienda de trigo, que nos fascine la ductilidad de esa masa y la manera en la que se eleva como un canto a la vida al entrar en el horno. Pero es necesario saber que, cuando no hay trigo y hay solamente cebada, esa harina nueva y oscura es, si no queremos morir de hambre, nuestra mejor posibilidad.
Jorge Bucay de "CUENTA CONMIGO"