miércoles, 23 de diciembre de 2009

LOS NIÑOS ESTABAN SOLOS

Su madre se había marchado por la mañana temprano y los había dejado al cuidado de Marina, una joven de dieciocho años a la que a veces contrataba por unas horas para hacerse cargo de ellos a cambio de unos pocos pesos.
Desde que el padre había muerto, los tiempos eran demasiado duros com opara arriesgar el trabajo faltando cada vez que la abuela se enfermaba o se ausentaba de la ciudad.
Cuando el novio de la jovencita llamó para invitarla a un paseo en su coche nuevo, Marina no dudó demasiado. Después de todo los niños estaban durmiendo como cada tarde, y no se despertarían hasta las cinco.
Apenas escuchó la bocina cogió su bolso y descolgó el teléfono. Tomó la precaución de cerrar la puerta del cuartoy se guardó la llave en el bolsillo. Ella no quería arriesgarse a que Pancho se despertara y bajara las escaleras para buscarla, porque depués de todo tenía sólo seis años y en un descuido podía tropezar y lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera, ¿cómo le explicaría a su madre que el niño no la había encontrado?.
Quizás fue un cortocircuito en el televisor encendido o en alguna de las luces de la sala, o tal vez una chispa del hogar de la leña; el caso es que cuando las cortinas empezaron a arder el fuego rápidamente alcanzó la escalera de madera que conducía a los dormitorios.
La tos del bebé debido al humo que se filtraba por debajo de la puerta lo despertó. Sin pensar, Pancho saltó de la cama y forcejeó con el picaporte para abrir la puerta pero no pudo.
De todos modos, si lo hubiera conseguido, él y su hermano de meses hubieran sido devorados por las llamas en pocos minutos.
Pancho gritó llamando a Marina, pero nadie contestó su llamada de auxilio. Así que corrió al teléfono que había en el cuarto (él sabía marcar el número de su mamá) pero no había línea.
Pancho se dioi cuenta que debía sacar a su hermanito de allí. Intentó abrir la ventana que daba a la cornisa, pero era imposible para sus pequeñas manos destrabar el seguro y aunque lo hubiera conseguido aún debía soltar la malla de alambre que sus padres habían instalado como protección.
Cuando los bomberos terminaron de apagar el incendio, el tema de conversación de todos era el mismo:
"¿Cómo pudo ese niño tan pequeño romper el vidrio y luego el enrejado con el perchero?"
"¿Cómo pudo cargar el bebé en la mochila?"
"¿Cómo pudo caminar por la cornisa con semejante peso y bajar por el árbol?"
"¿Cómo pudo salvar su vida y la de su hermano?"
El viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado les dio la respuesta:


- Panchito estaba solo... No tenía a nadie que le dijera que no iba a poder.


Jorge Bucay "Cuentos para pensar"

domingo, 20 de diciembre de 2009

La distancia de los corazones

Un día, Meher Baba, preguntó a sus mandalíes:
- ¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?.
Los hombres pensaron durante unos momentos.
- Porque pierden la calma - dijo uno -, por eso se gritan.
- Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? - preguntó Baba -. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?.
Los hombres dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro Meher Baba. Finalmente, él explicó:
- Cuando dos personas están enojadas y discuten, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esta distancia, deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse la una a la otra a través de esa gran distancia.
Luego, Baba preguntó:
- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran?. Pues que no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?...Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Los discípulos lo escuchaban absortos y Meher Baba continuó:
- Cuando se enamoran aún más, ¿qué sucede?. Los enamorados no hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es, observab lo cerca que están dos personas que se aman. Así pues, cuando discutáis, no dejéis que vuestros corazones se alejen, no digáis palabras que los distancien más. Llegará un día en que la distancia serán tanta que ya no encontraréis el camino de regreso...
Jaume Soler y M. Mercè Conangla "Juntos pero no atados"

El maestro ZEN

Una mañana, un maestro zen estaba a punto de dar un sermón a sus discípulos; cuando subía al estrado, un pájaro se posó en el alféizar de la ventana y se puso a cantar. El canto era tan hermoso que todos los presentes se quedaron encantados. Después el pájaro se fué. El maestro dijo a sus discípulos: "El sermón de hoy ha terminado".

Esta historia nos enseña el aprecio de la belleza y el hablar en su justa medida...

nuestra respiración...


el perdón...


sin la mujer...


valorar...


las preguntas...