lunes, 8 de febrero de 2010

EL ANILLO

- Vengo, maestro, porque me siento poca cosa, me dicen que no sirvo y que no hago nada bien. ¿Qué puedo hacer para que me valoren?.
El maestro le dijo:
- Lo siento, muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver un asunto. Pero... - agregó el maestro - si me ayudas, lo resolveré antes y podré ayudarte.
- Sí maestro - consintió el joven.
El maestro se quitó un anillo y se lo entregó:
- Vé al mercado y véndelo. Obtén por él lo más que puedas, pero no aceptes menos de una moneda de oro, pues he de pagar una deuda.
El joven lo ofreció a decenas de mercaderes que desestimaron la mercancía. Solo un anciano le explicó que una moneda de oro era demasiado para cambiarla por el anillo.
Abatido, regresó deseando tener él mismo una moneda de oro que entregar al maestro.
- Lo siento, no es posible conseguir lo que me ha pedido - le explicó -. No puedo engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- ¡ Qué lúcido, joven amigo! - contestó el maestro -. Averigüemos primero el verdadero valor del anillo. Vé al joyero y pregúntale cuanto me da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no lo vendas.
El joven fue al joyero, quien examinó el anillo y dijo:
- No puedo darte más que 58 monedas de oro. Con el tiempo podríamos obtener 70, pero si la venta es urgente...
El joven corrió a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate - dijo el maestro tras escucharle -. Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única. Y como tal, sólo puede valorarte un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?.
Y el maestro volvió a ponerse el anillo en el meñique de su mano izquierda....
Anónimo

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